Un minuto de retraso sobre lo real
Un minuto de retraso sobre lo real
Abbas Beydoun
Por Ariadna G. García
Si los nazis normalizaron las prácticas de exclusión social, elevando el racismo a sistema de gobierno, el poeta libanés Abbas Beydoun propone el camino contrario en su libro Una temporada en Berlín (2005), la primera de las tres obras que componen el volumen conjunto Un minuto de retraso sobre lo real (Vaso Roto, 2012). En esos textos no sólo denuncia los campos de exterminio de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, sino que busca la empatía entre las gentes (con independencia de su país de origen) derribando las fronteras del lenguaje: los límites que imponen las palabras. Así, el sufrimiento, el miedo o la esperanza, son puentes donde los individuos se encuentran, se conocen y comprenden que son vértebras de una misma columna. Como resultado de dicha frotación, surge la llama que permite la convivencia: “La ventana te dará, además, el otoño y el lago. Todo es tuyo… Ven, extranjero, basta con estar aquí para merecerlo todo” (Wissenschaftskolleg).
El segundo de los libros, Puertas de Beirut (2007), supone el contrapunto doméstico al anterior. Y quizás por eso, por el hastío, por el desgaste de los temas caseros, por la complicidad con sus lectores, Beydoun cambia radicalmente de estilo. Sus textos, ahora, se vuelven irónicos, deforman la realidad con sus caricaturas, se ríen del pasado con amargas sátiras y rozan la blasfemia. Símbolo de este desencanto, a la vez personal y colectivo, es el texto Un árbol con pinta de leñador: “aprenderá a vivir contra su voluntad y boca abajo, contra su voluntad y con el viento en contra…le costará mantener el equilibrio, todo movimiento en este mundo será forzado y conllevará dolor”. La causa de este escepticismo hay que buscarla en la historia reciente de la capital africana: la Guerra Civil (1975) y la Guerra del Líbano (1981). De hecho, abundan en el libro las alusiones a atentados y mutilaciones fruto del enfrentamiento fraticida y de la invasión israelí. Junto a ellos, la queja agónica por el aumento del paro y la pobreza, a los que se suma la denuncia de la mano de obra francesa que reconstruyó la ciudad: “se crearon calles y puentes de trazado extranjero” (Ídolos corrientes).
El tercero de los poemarios posee un tono íntimo, cercano a la confidencia, que lo acerca al lector. Los poemas en prosa de La muerte nos toma las medidas (2008) nos revelan las inseguridades y el puñado de certidumbres con que vive el sujeto que enuncia. Esta fuerte carga introspectiva favorece un nuevo cambio de estilo, de modo que ahora abundan las metáforas y las comparaciones; como consecuencia, el sentido del texto se oscurece. Bajamos al sótano de la consciencia, donde la realidad se pone en duda (“Somos visibles, pero igual que un árbol que no aparecerá en la instantánea, que una catedral que se convertirá en bulto cuando partamos, que los jardines que volverán a ser postales… Desde luego, de nada tendrás certificado cuando te hayas ido” de Lòdeve) y el mundo se revela como un espacio perecedero (“Derriban edificios como estos casi a diario y no queda ni rastro…Los camiones se los llevaron sin ningún miramiento, levantando casas enteras del suelo como si fueran de paja” de Sala de vacío). Frente a la demolición de las imágenes, del entorno, del yo que se deteriora con el paso del tiempo, el sujeto que habla recurre a dos antídotos: “perseguiré a la vida con el amor y la poesía” (Una habitación con dos lados y un “te quiero”). Entre estos textos se encuentran los mejores del volumen: Poema cojo, En la superficie de mí mismo o La inspiración, donde el poeta lucha contra sus propias limitaciones artísticas (“Los poemas… no llegaron fácilmente, vinieron llenos de rasguños y todos cubiertos de polvo. Resumiendo, no llegaron por inspiración ni por ningún otro arte de magia. Fueron cosa, sin duda, de mis huesos anquilosados”).
Abbas Beydoun es un escritor en constante búsqueda temática, en perpetua reinvención de su estilo. Un minuto de retraso sobre lo real es un crisol que acoge tres obras muy distintas, pero de alta temperatura poética. Para lectores ya iniciados.