La ciudad de los ojos grises
Por Juan Laborda Barceló.
La ciudad de los ojos grises. Félix G. Modroño. Algaida. 399 páginas. 17,10 €.
En las postrimerías de la Belle Époque un hombre vuelve a su ciudad natal al enterarse de que la mujer a la que siempre ha amado, a la sazón esposa de su hermano, ha muerto en extrañas circunstancias. La idea básica a la que responde esta obra despertará por sí sola el interés de los amantes de la literatura histórica y de misterio. Los tintes noir parecen evidentes en una trama que va cobrando diversas tonalidades y matices a medida que avanza la lectura. Este caso resulta un tanto especial, puesto que la hibridación de géneros es clara en la novela.
Podríamos definir libremente la esencia de esta obra como un trasunto literario de la melodramática (y netamente cinematográfica) fuerza de un director del calibre de Douglas Sirk, saltando por encima de los rasgos estéticos diferenciadores del norte de la península ibérica y de la sociedad norteamericana de los años cincuenta, fijándonos esencialmente en el reflejo de la naturaleza humana y sus inherentes vaivenes emocionales. Los paralelismos entre este buen escritor patrio, Modroño, y aquel director de origen germánico, pero asentado en EEUU, Sirk, se dejan ver en la sensibilidad y tino con que los temas más profundos y arquetípicos son tratados: el amor, tanto el prohibido como el permitido, el familiar o el social, la búsqueda de la identidad propia, la melancolía que emana del alma sensible, la necesidad de transformar al mundo y a las personas…No en vano la novela se sitúa muy inteligentemente en el Bilbao de 1914, donde socialistas, nacionalistas e intelectuales de diversa índole se batían el cobre en su particular visión de las reformas que necesitaba su amado espacio vasco. Entre estas páginas podemos apreciar el sufragismo, la búsqueda de la igualdad, las referencias, magníficas por concretas, a las formas de vida burguesa, desde las costumbres hasta la gastronomía, pasando por los usos sociales o deportivos (descubriremos el origen etimológico del término Alirón o Pitxitxi, en un alarde de integración de conceptos interesantes dentro de la narración).
La aventura vital fluye en la novela como el agua de la ría a la que tantas veces se hace referencia, entre diálogos veraces y rápidos, de la mano del protagonista Alfredo Gastiasoro, un descastado y atormentado dandi parisino. Entre su Bilbao natal y la capital francesa de comienzos del siglo XX, se establecerá una trama que mezcla sabiamente niveles de complejidad y que irá creando un compromiso emotivo con el lector. Descubriremos las componendas de los espías que pululan por una Europa sumida en la Gran Guerra, acompañaremos a unos singulares detectives en la investigación de un posible asesinato, el de Izarbe, la otra gran protagonista, marcado por corruptelas policiales y dramas familiares. Y todo ello barnizado con una prosa elegante y sensible, que entre varias fórmulas, acaba dibujando la que realmente corresponde a estas letras: una novela sentimental, entendiendo el concepto de forma positiva, como un reflejo más de nuestro natural sentir.
Capítulo aparte merecen la gran cantidad de personajes señeros que podemos encontrar sazonando esta historia: Unamuno, Indalecio Prieto, Mistinguett, Maurice Chevalier o el mismo Picasso, entre otros. Se trata de elementos fetiche, pero perfectamente integrados en la narración, enmarcados acertadamente en un fastuoso fresco de época y entrelazados con una potente trama negra.
“En la hibridación de géneros puede encontrarse el futuro de la novela”, me dijo alguien hace unos años…No se la pierdan.
Hace poco tuve la suerte de terminarla. La reseña le hace justicia. Es un texto entre histórico, de viajes y emotivo. Encierra curiosos secretos que hay que buscar…
Pinta muy, pero que muy bien. Desde luego es un texto de partida atrayente y si además tiene buena prosa y contenidos históricos, aún mejor.