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Frecuencias, Jesús Jiménez Domínguez

Frecuencias, Jesús Jiménez Domínguez

Editorial: Visor 

Por Ariadna G. García


El último libro del poeta Jiménez Domínguez, tras Diario de la anemia/ Fermentaciones (2000) y Fundido en negro (2007), reúne 38 ondas cortas, esto es: 38 poemas condensados, apretados, en sólo volumen. Hay autores de baja frecuencia, como San Juan de la Cruz, que con un texto (el soberbio Cántico espiritual), se quedan a vivir entre nosotros. Su mensaje se detiene en el tiempo, habita en él. Pasan los siglos, y los lectores todavía admiramos la curva de su ola, el enigma y el misterio que sus versos envuelven como si se tratase de un tesoro a los ojos del alma. A Bécquer le bastaron sus Rimas. Pero la mayoría de los poetas son autores de alta frecuencia. Cada libro es un asalto nuevo a las murallas del tiempo; cada poema, un peón, un soldado de infantería que pretende rendir con sus metáforas a las fieras agujas del reloj. El ritmo de combate de Jiménez Domínguez (38 atacantes, un ejército en formación de oleaje) habla de la angustia del autor por derrotar a Cronos, o mejor: por perpetuarse con él en su castillo.

 

El asunto sobre el que giran todos los poemas del libro, es el tiempo. Hay un deseo de impedirle el paso, pero su fortaleza vence este propósito, y escapa siempre de las emboscadas (Árbol del tiempo); en otras ocasiones, coexisten dos momentos distintos en un espacio (Hemisferios, El puente en la niebla o el fantástico La forma de la nieve); o se barrunta la amenaza del futuro (caso de otro gran texto: Un árbol para Marina Tsvietáieva, o de Advertencias y consejos del Dr. Van Helsing contra la especie depredadora de los espejos); y a veces, las heridas del pasado se abren y vuelven a sangrar (Lapis pvmex). Todo converge en 78 páginas. Hasta la Historia. Jesús Jiménez Domínguez, en alguna ocasión, se centra en los detalles del presente después de realizar un recorrido diacrónico por la literatura (Historia natural de los sentidos) o por la cultura (Alfonsina Storni se arroja al océano), empleando una técnica cinematográfica: el travelling, pero un travelling temporal.

 

En Frecuencias asistimos al milagro cuántico. Jiménez mete la poesía en el tiempo. De fondo escuchamos a Johnny Carter comentar a Bruno “Mira, esto de las cosas elásticas es muy raro…¿Cómo se puede pensar un cuarto de hora en un minuto y medio?” (El perseguidor, Cortázar). Un mar de ondas en la misma franja. El tiempo se reproduce. Cada poema, lo mismo que un acorde o que una nota musical, abre nuevos caminos cronológicos.

 

Los poemas, a su vez, suelen plantear dicotomías clásicas (vida-muerte, idea-objeto, olvido-memoria, apariencia-realidad, quietud-huída…). Y estas reflexiones se enuncian con dos tonos. En la primera parte del poemario, Preparativos, Jesús Jiménez emplea la ironía y algunos poemas exhiben un carácter lúdico. De hecho, los hay que parecen acertijos (Historia natural de los sentidos, Paraguas negros). Sobresalen aquí El clavo en la pared y La forma de la nieve. En la segunda, sin embargo, el tono es más grave. Resalta Los días de alzheimer de Robert Graves, junto al espléndido Insomnio y el bello y demoledor Ezra Pound abre una puerta.

 

Poesía simbolista y polifónica (en diálogo con la filosofía, la literatura, la pintura y la música previas), Frecuencias es un ejemplo del sincretismo que caracteriza a la mejor poesía española, cuyas raíces se hunden en El libro de Buen Amor, también lleno de luces y de sombras.         

 

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