“Alan Moore. La autopsia del héroe” (J.J. Vargas). Un caso actual: “V de Vendetta”.
Alan Moore. La autopsia del héroe. Juan José Vargas. Dolmen, 2010, 320 pp., 19,95 €.
Por Carlos Javier González Serrano.
Desde este espacio siempre he defendido el contenido cultural de los cómics de superhéroes, género denostado en muchas ocasiones y reservado para los despectivamente denominados freaks, cuyos intereses parecen desterrados de lo que muchos llaman “alta cultura”. La cosa se pone realmente seria cuando tratamos de personalidades tan relevantes como Frank Miller, Jack Kirby, Bob Kane, Stan Lee, Joe Simon o el propio Alan Moore. Con la obra de este último la industria del cómic dio un vertiginoso vuelco –que llegó a derribar los infranqueables muros de la Silver Age– en lo referente a la creación y desarrollo de historias de superhéroes.
El autor de la obra, Juan José Vargas (1981, profesor, crítico, guionista e incansable lector de cómics desde muy temprana edad), explica en la “Introducción” que «si alguien ha dedicado su carrera a elaborar un minucioso examen, diríase quirúrgico, del porqué de la muerte del héroe tradicional, ese es Alan Moore. […] Moore lleva tres décadas analizando con su estilo psicológico y fragmentario los estertores moribundos, silbidos terminales y gases mortuorios de un concepto tan industrial y propagandísticamente exprimido como el de heroísmo».
Alan Moore, hijo de obreros, nace el 18 de noviembre de 1953 en la zona más pobre de Northampton. Como explica el autor de La autopsia del héroe, a pesar de su gran inteligencia y temprana locuacidad, Moore tenía todas las posibilidades de acabar sus días como limpiador de letrinas. El acceso a niveles culturales más elevados solo le fue posible a través de la biblioteca del barrio, a la que asistió desde los cinco años. «Tan aficionado al juego callejero como a la lectura –nos cuenta Vargas–, devoraba con pasión novelas y cómics que representarían para él un mundo paralelo perfecto para el escapismo».
Tras algunos episodios más o menos turbulentos que le llevaron a traficar con LSD (como forma de subversión frente al sistema de pensamiento burgués que por entonces comenzaba a asentarse de manera definitiva), Alan Moore conoce a los veinte años a su futura mujer, Phyllis, con quien se muda a un pequeño piso en Barrock Road; tras convivir durante algunos meses deciden formalizar su relación mediante el matrimonio. El genio británico no ahorró en riesgos al comienzo de lo que empezaba a tomar visos de “vida estable”: convencido de su vocación y talento como dibujante y guionista de historietas, rechaza un trabajo como empleado en la oficina de un subcontratista del sistema de gas local y decide intentar darse a conocer en el mundo de la animación. A pesar del inestable panorama laboral de los años setenta, y tras algunos trabajos no remunerados para un par de fanzines de no mucha importancia, envía dos episodios de una serie de su invención titulada Roscoe Moscow a la revista Sounds; de manera inmediata el director de la publicación se pone en contacto con él y decide contratarle (aunque al principio su sueldo alcanzara apenas las 35 libras semanales, cifra irrisoria que no permitía ni siquiera la inclusión en el sistema de seguridad social). Así comenzaba la historia de Alan Moore en el cómic…
La obra que os presentamos –que recomendamos no solo a los asiduos a los cómics, sino a todos aquellos interesados en la evolución de las historietas y el singular desarrollo de la figura del héroe en el último cuarto del siglo XX– se hace cargo de las grandes creaciones y aportaciones de Moore al mundo del noveno arte: Capitán Britania, Skizz, Miracleman, Superman, Watchmen, From Hell, Batman, Promethea o WildCATS, siempre desde un punto de vista riguroso y ameno a la vez, acompañando el texto de numerosas ilustraciones del propio Moore. Una obra que nos hace evocar un universo paralelo… en constante e irrenunciable conexión con lo que llamamos “mundo real”.
Como afirma J.J. Vargas en Alan Moore. La autopsia del héroe, «hay un factor concreto que distingue la ruptura de nuestro autor con todo lo visto. Si bien podría decirse que en el género, al igual que en la Historia, destaca un progresivo realismo en el tratamiento del héroe, hasta la llegada de Moore las consideraciones en torno al justiciero habían sido únicamente morales, o lo que es lo mismo, orientadas a una distinción clara, consensuada e inalterable del bien y el mal. La importancia evolutiva de la irrupción del guionista británico, vinculada […] a la renovación de las estructuras lingüísticas, radica en que, desde entonces, la noción de héroe empieza a ser ética, es decir, tiene lugar una verdadera reflexión sobre la naturaleza compleja de aquellos conceptos».
Nos centramos ahora en el análisis que J.J. Vargas realiza en el libro sobre V de Vendetta, historia de clara actualidad y enjundia de cara a practicar un destripamiento de los males de nuestra sociedad. Tras algunas tentativas de Moore, que se mostró dubitativo en la forja del personaje (que al principio ideó como un agente de policía con una doble vida que atacaría al sistema desde dentro), fue David Lloyd (dibujante y estrecho colaborador de Moore) quien daría un empujón definitivo al proyecto, proponiendo que su protagonista fuera disfrazado de Guy Fawkes (conspirador detenido el 5 de noviembre de 1605, y que pretendía volar, según sus declaraciones, el Parlamento londinense). En esta figura quedarían recogidos los caracteres de personajes como Robin Hood, El Zorro o D’Artagnan, «justicieros en un ámbito represivo –explica J.J. Vargas–, o con rivales políticamente imbatibles, pero también personajes de ética más dudosa, como Joker o el Fantasma de la Ópera». Alan Moore comenzaba mediante esta historia a desvincularse definitivamente de los cómics de superhéroes al uso, teniendo en cuenta la decisión de eliminar los bocadillos de pensamiento o el elemento polémico que ligaba heroísmo y terrorismo, y que daba como resultado la aparición de una nueva noción de guerrero (mitad monje reflexivo, mitad feroz soldado).
Como expone J.J. Vargas en su atinado y extenso análisis, de merecida lectura para destapar no solo la trama de V de Vendetta, sino también los temores de la sociedad contemporánea, «en oposición al Estado como tumor social, la iniciativa revolucionaria de V implica que el héroe ha de tomar por sí solo las decisiones de un Estado fantasma, agazapado para la irrupción del nuevo orden. […] [E]l bien no se encuentra en el proceso democrático, absolutamente inviable, sino en el fin que persiguen los actos del rebelde, sea cual sea la naturaleza de estos». Al igual que Fausto, V se entrega a la realización de un camino que, si bien ha de conducirle a la muerte, le transporta a la vez al cumplimiento de una causa que trasciende su individualidad. Sin embargo, como queda reflejado en el libro que nos presenta Ediciones Dolmen, la diferencia entre V y Fausto es la intencionalidad de sus acciones; mientras Fausto “es”, a V “le han hecho”. El héroe de la historia de Moore surge del odio ejercido contra los perjudicados por la represión del Estado. «Diríase –explica Vargas inundado de espíritu hegeliano– que la Historia crea al héroe, y el héroe crea el símbolo como arma causal con que justificar sus ideas religiosas o políticas».
Moore hace vivir a Inglaterra una situación similar que la acontecida en la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial; cuando el partido nazi es elegido bajo el amparo de las promesas de creación de empleo y crecimiento económico a través del desarrollo industrial del país, la culpabilidad por las atrocidades llevadas a cabo por el régimen de Hitler es situada en el pueblo. Para V, todo individuo se halla integrado por un cúmulo de estereotipos de ficción en constante pugna: «Todo el mundo es especial. Todo el mundo es un héroe, un amante, un bufón, un villano. Todo el mundo». La necesidad del héroe viene dada por la corrupción del Estado, que obliga a aquel a actuar de manera decisiva… bajo la forma de un traidor sedicioso. En palabras de J.J. Vargas, «la postura de Moore, y de V, tiene mucho que ver con la dialéctica del cambio social desde la que Hegel examinaba el fenómeno revolucionario, pero también con el personalismo de E. Mounier, según el cual es la persona es el verdadero centro comunitario, y no el Estado, cuya función es la de un mero instrumento al servicio de un individuo social por naturaleza». Un héroe hecho a imagen y semejanza de las necesidades y pecados cometidos por su pueblo…
Hemos tenido una serie de estafadores, fraudes, mentirosos y lunáticos que han tomado una serie de decisiones catastróficas. Eso es un hecho. Pero ¿quién les eligió? ¡Fuiste tú! ¡Tú quien nombró a esta gente! ¡Tú quien les dio el poder de tomar decisiones en tu lugar! Aunque reconozco que cualquiera puede cometer un error una vez, cometer los mismos errores fatales siglo tras siglo me parece simplemente deliberado.
V de Vendetta, Libro 2, Cap. 4 (citado por J.J. Vargas en Alan Moore. La autopsia del héroe)
Pulsa aquí si quieres escuchar una interesante entrevista realizada para RTVE al autor de Alan Moore. La autopsia del héroe, Juan José Vargas, obra que os recomiendo muy encarecidamente si pensáis acercaros a uno de los creadores más originales, polémicos y brillantes del panorama cultural occidental de la última parte del siglo XX.
Excelente reseña para un autor afortunado. No obstante, calzo aquí mi tesis: Wachtmen es la anhelada Gran Novela Americana de la segunda mitad del XX, escrita por un británico en vilñetas y bocadillos.
En cuanto a V…
http://elantipatico.blogspot.com/2010/01/v-de-vendetta-el-original.html
No me fastidies, J.J. es (por lo menos en este libro) la cosa más gafapastosa y pedante que te puedes echar en cara.