Utopía: historia de una idea, de Gregory Claeys
Por Luis Muñoz Díez
Hoy, lucubrar sobre utopías es, a lo poco, inusual. Gastamos nuestros días en un sin sentir que nos empuja en un movimiento continuo que sólo nos permite parar para echar una cabezada para luego volver a nuestro incesante movimiento.
Para tratar la utopía es necesario parar por un momento y recapacitar sobre un concepto que es y ha sido en todas las épocas, como nos indica Gregory Claeys en su introducción, “una variación sobre un presente ideal, un pasado ideal y un futuro ideal”.
La pregunta es sencilla, para una respuesta imposible, en un momento como el nuestro: parece que si nos quedamos quietos un segundo nos va a pasar la vida por encima, y de ahí la pregunta: ¿puede algún mortal sentarse a idealizar sobre la utopía fuera de la torre de marfil que a veces es la aula universitaria, en un presente convulso, apremiante, o detenerse en un pasado tan cuestionado por un aluvión de información tan plural como interesada que impide discernir entro lo que es cierto y lo que no? Pero aún más difícil es situar la utopía en un futuro tan incierto como volátil, un futuro que ni chamán ni estudio sociológico, por muchos que quieran, pueden predecir.
Quizá, dadas las dificultades, por eso es una fortuna encontrar un libro como el que nos presenta Siruela en su colección El ojo del tiempo, en el que no sólo es jugoso el texto de Gregory Clays, sino que es un verdadero jardín para perderse entre sus 206 ilustraciones, y además nos facilita una amplia bibliografía.
Decir que Gregory Claeys es catedrático de Historia del Pensamiento Político en el Royal Holloway College de la Universidad de Londres y especialista en el pensamiento utópico, lo que le permite hacer una exposición muy completa desde la idea que no sale del ámbito intelectual hasta aquellas que se han llevado a la práctica en reformas sociales y practicas.
Hoy, y siempre, es necesaria la búsqueda de la utopía, porque por poco que avancemos por su camino algo habremos ganado, contando con el poco interés de nuestra sociedad por formar a un ciudadano en una escuela abierta, democrática y plural, procurándolo una formación libre, y para ello es necesaria una educación que nos enseñe a pensar, porque a pensar también se aprende. El pensamiento ha de ser propuesto y estimulado por la academia, no es válida esa creencia de que la educación se ha de recibir en casa, por un motivo muy sencillo: la sociedad se ha abanicado prejuicios religiosos sin sustituirlos por sólidos principios éticos, y ni los modos de conducta están afortunadamente basados ya en las reglas de la tradición, por lo que los progenitores llamados a guiar están en la misma vía muerta del no saber porque se ha dado de lado, de un modo inclemente, la educación humanística y ética durante décadas, y las escuelas se han limitado a ser un preámbulo de la vida laboral sin otro aliciente que la integración del individuo en la cadena de producción, cuando la escuela debería ser el obrador para formar unos ciudadanos libres, optimistas, tolerantes y plurales que propicien una sociedad igualitaria donde poder vivir y no sólo sobrevivir. Personas con ilusiones, dejando el trabajo de las limitaciones al tiempo, y no producir seres castrados para cualquier utopía, criaturas sin abrigo ante un cotidiano en el que se disparan, desde todos los aleros, dardos envenenados de un cansado conformismo en el que reina un único mensaje “todo vale”, y no, todo no vale, porque a la larga nos hace desdichados.
Doy por bien venido este tomo que nos ofrece El ojo del Tiempo de Siruela, firmado por Gregory Claeys, un libro que llega a tiempo y proporciona un momento de paz, y no hagan caso de la ilustración de la portada donde un ciudadano despide, pañuelo en mano, a la utopía, por lo menos, permítanse soñar.
Utopía: historia de una idea.
Gregory Claeys
2011
224pp, 36 euros
no debemos perder las utopías, como dice galeano: las utopias son como el horizonte , caminas dos pasos y el se mueve dos pasos, caminas tres, se mueve tres, ¿para que sirve? para caminar!