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Agustín Fernández Mallo, alma de poeta y hacedor

Texto y fotografias: Johari Gautier Carmona.

 

A primera vista, Agustín Fernández Mallo no es un escritor común y corriente. No sólo por sus aires de poeta atrevido que juega con los tecnicismos y la Nocilla como cualquier otra palabra del vocabulario, sino también porque le gusta integrar otros soportes a su escritura. En la presentación de su nuevo libro, “El hacedor, remake” (Alfaguara, 2011), él mismo lo ha reconocido. A veces se siente limitado por el objeto libro, no puede contener su impulso creativo y necesita jugar con otros elementos como la imagen o el sonido.

 

Por ese motivo, junto con la versión papel de su última novela, saldrá una versión electrónica para Tablets que incluirá videos producidos por él mismo. Los hizo todos con una cámara rudimentaria al estilo bohemio, sin importarle demasiado la resolución o la perfección de la imagen. Le gusta lo auténtico y los pixels hacen parte de esa estética. “Quería tocar la imagen yo mismo con las manos… Estos videos fue apasionante hacerlos”, reconoce Fernández Mallo. Según él, el libro electrónico viene a ampliar el espectro de opciones, a enriquecer la obra, pero no cree que vaya a acabar con el libro en papel.

 

El sentimiento de artista explorador e independiente fue lo que le llevó a optar por esa interesante combinación de herramientas. “Un escritor quiere estar solo y que no le toquen las narices”, expresa él antes de darse cuenta que su paquete de cigarrillos ha quedado aplastado en el bolsillo trasero de su tejano. Le cuesta sacarlo pero al final lo logra. La tranquilidad del autor choca con un cierto viento de frescura.

 

“Hay un eslogan Punk de los años 70 que dice Hazlo tú mismo y se me quedó”. Esa es finalmente la filosofía que anima la obra del poeta. Mezcla de pop y clasicismo, combinación de soportes y un especial interés por la estética. Aún así, Fernández Mallo no piensa que la imagen sea más potente que la palabra. Para él es todo lo contrario.

Cuando le preguntan por su última obra, recuerda primero la versión original de Borges que leyó a los 19 años y que le marcó notablemente. “Vi caminos que podía seguir”, explica el autor. Luego, define su creación como una interpretación bajo su cosmos, su visión.

 

“Iba haciéndolo poco a poco”. Y efectivamente, la fue haciendo de forma tan paulatina que duró seis años en terminarla (cuando sus novelas anteriores las escribió en dos meses). Así pues, esta novela se convierte en el trabajo más exigente de todos sus libros publicados y en ella aparecen los mismos elementos de la cultura popular y de alta cultura que caracteriza toda su producción literaria.

 

La osadía de ese nuevo título puede quizás generar algunas reacciones de indignación en los lectores y críticos más conservadores pero él desmiente la idea de romper con la jerarquía. “No hay ningún intento de provocar… pero tampoco debo pedir perdón”. En ese sentido, Fernández Mallo se considera parte de una nueva generación de escritores que escriben nuevas cosas, quizás con más libertad, y que se acercan a sus lecturas de otra manera. Sin divinizarlas.

 

“Yo no entiendo ese talibanismo cultural que dice lo que es bueno y lo que no”, admite el autor. Su diálogo transgresor se reviste de una cierta tranquilidad. Se impregna de una  cierta incomprensión. Es la mejor forma de sacar de sus casillas al conservadurismo literario. Luego, Fernández Mallo reflexiona: “Las jerarquías han cambiado mucho. Sólo basta mirar a un niño cuando habla con su profesor”.

 

A la pregunta de cuánto hay de autobiográfico en su obra, el autor responde que todos los libros tienen elementos biográficos. Los suyos no escapan a la regla. La simple elección de un tema o de un título tiene una explicación existencial. En este caso, Agustín reconoce que varios elementos que aparecen en “El hacedor, remake” coinciden con su personalidad: no le gusta salir a la calle, no le gusta viajar. Prefiere estar en casa. Rehúye de las masas. Trabaja en un bunker. Aquí tenemos todos los parámetros elementales de un creador atípico y de una obra refrescante.

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