Escena

La interpretación es puro teatro

Por Rocío Pastor Eugenio

Si el teatro muere poco a poco, ¿Qué salidas encuentran los actores para poder ejercer su profesión?

“En este mundo de comedia todos somos actores” dijo una vez un poeta. ¿Si todos somos actores, significa esto que los actores de verdad no tienen cabida en este mundo? Quizás no les sea reconocido un oficio, que para muchos no es serio y lo tachen de entretenimiento. Pero es una profesión que lleva existiendo desde la Grecia clásica, época en la que era de igual importancia que la abogacía o la medicina, ya que como ellos bien sabían, los actores entretienen, hacen vibrar el alma, hacen sentir y para lograrlo se requiere tiempo, estudio y ensayo. Es una disciplina complicada, como cualquier otra, que requiere trabajo y dedicación.

Lo mismo sucedió durante la Edad Media con los valorados juglares y sus comedias callejeras con el fin de instruir, criticar y dar a conocer las noticias de actualidad a una población inculta y sometida. La comedia del arte, las comedias de enredo del siglo XVI, los corrales de comedia del s. XVIII, la escena marcada por el naturalismo y el nihilismo y el teatro psicológico del s. XIX y el teatro experimental y vanguardista, de exilio, social y de protesta del s. XX.

El teatro siempre ha sido reflejo de la sociedad. Los actores y directores han llevado a las tablas durante siglos, los problemas de cada época, las situaciones cotidianas marcadas por personajes arquetípicos, cercanos con los que el público podía y puede, verse reflejado.

El actor nace y se hace. Es una profesión que se lleva dentro, nace de las entrañas y de ahí parte la educación que reciben, basada en la asertividad, en la psicología, en los sentimientos y en las experiencias. Y a partir de ahí se construyen personajes y situaciones, se trabaja con el texto y con la expresión corporal. Aprenden a ser conscientes de su físico, de su entorno y de sus sentimientos. Es un trabajo duro que no siempre recibe su reconocimiento.

Hoy en día el trabajo del actor se ve reducido al mundo de los musicales, el teatro muere a favor de este tipo de representaciones que parecen divertir más al público haciéndole pensar y sentir menos. El teatro simple, mediocre, retórico y comercial de los años de la Dictadura, como el de Alfonso Paso o Las Revistas que hicieron furor en los teatros españoles de la época, parecen haber marcado el panorama actual siendo difícil la difusión de otro tipo de teatro, quedando éste relegado a pequeñas salas o a pequeñas compañías teatrales ya que las grandes están más interesadas en espectáculos llenos de luz, sonido, música y cuanto menos texto, mejor.

El teatro muere y los actores se ven forzados a formarse en otras disciplinas como el baile y la canción. La interpretación se ve mermada por una suerte de pasos de baile.

Y el teatro de los actores da paso a los musicales de cantantes y bailarines. “Para un actor, el teatro es la cumbre de su profesión. Sentir las tablas proyecta su carrera y mejora su interpretación. Ser actor es hacer teatro y por desgracia, esto se olvida también hoy día, donde nuestro trabajo se ve reducido al mundo cine y de la televisión. Y esto si tienes la suerte de conocer a alguien”. Afirma el actor Oscar Sinela.

Salir en busca de un empleo se torna más complicado que para el resto de los mortales y más hoy en día cuando la crisis ahoga y el paro en España, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) , ha subido un 3.29 % en el último trimestre.

Cuando alguien conoce a un actor se ve forzado a realizar dos preguntas; la primera preguntar a qué se dedica y la segunda si no estudia o hace cualquier otra cosa. No hay fe en esta profesión, que ya no tiene el cariz, el valor y el respeto que antaño.

Los actores necesitan tener otros estudios porque vivir solo de la interpretación es muy duro por no decir casi imposible. De hecho es muy sonada la expresión de “Eres actor, ¿Y dónde sirves?”, ya que muchos actores para poder vivir ligan su carrera profesional con la hostelería. A este respecto, Juan Diego Botto ironiza alegando que interpretación y hostelería son dos profesiones que van muy ligadas. “Una vez leí que el sindicato de actores inglés ofrece un servicio de catering para empresas, atendido por actores en paro”, afirma.
Hacer teatro hoy día supone un reto y un trabajo muy duro que solo realizan los que están en esta profesión por devoción porque hacer teatro significa, en muchas ocasiones, “no ganar ni un duro”. Antonio Pastor, actor de teatro, explica que esto refleja una muerte cultural anunciada que derivará en espectáculos de entretenimiento simplista, siendo obvio que si el teatro muere, la cultura lo hará con él.

Es curioso como en los años de la Dictadura cuando más pretendía la cultura ser refrenada, ahogada y extinta, más luchaba por abrirse paso y existía un teatro independiente, de lucha y crítica social fuera y dentro de las tablas con representantes como Buero Vallejo y Miguel Medina. El teatro siempre ha sido reflejo de la sociedad y de lo que sucede en cada época, es poéticamente la expresión que mejor define la realidad social y esto puede explicarse con un símil claro y directo: “La salud de la cultura mide la enfermedad de los pueblos”.

A cambio de teatro se ofrece cine y televisión, más cómodo, más ameno, diferente. Los actores de televisión y cine tienen una duración determinada, sus jornadas interminables y sus contratos basura por obra y servicio reflejan la precaria situación laboral de los mismos, la cuál intenta ser solucionada por los sindicatos de actores como Unión de actores o la Federación de Artistas del Estado Español (FAEE), fomentando la afiliación y luchando por la creación de Convenios colectivos que regulen su situación frente el empleo.

Estos problemas se ven acompañados por el agravante de que la vida de la televisión depende de la audiencia y esto obliga a crear programas que entretengan (lo que suele ir ligado a una difusión nula de la cultura). Y por el hecho de tener que interpretar personajes estrambóticos que les marcan y encasillan, dificultándoles después el acceso a otros registros e interpretaciones.

Atractivo por su difusión y sus salarios, el cine presenta otro tipo de problemas. El acceso al mismo está muy vetado y restringido casi siempre por el amiguismo. Además, el lograr rodar una película no asegura el trabajo siguiente ya que por desgracia, ésta, es de las profesiones más inestables que existen. De hecho como el propio Aitor Merino expuso en una entrevista concedida a Esther Veiga, “para un actor es muy difícil conseguir el privilegio de poder obtener los proyectos que le interesan”. Y continúa: “en cine y televisión uno puede trabajar por otros motivos, pero en teatro se trabaja para interpretar. Aunque para todos, lo peor no es no poder elegir sino estar en el paro.”

Una buena alternativa al cine son los cortometrajes que cada día crecen más en importancia y producción. Muchos actores encuentran en ellos su catapulta profesional y son usados como medio de expresión y crítica en estado puro.

Desde la óptica de la interpretación por el placer, sin ánimo de lucro, las salidas son múltiples, desde ejercer como cuenta cuentos o clown hasta la creación de asociaciones culturales de teatro, callejeras, de estudiantes o financiadas por el ayuntamiento.

El grupo Ombú formado por actores no profesionales, representan obras de todo tipo ayudados por el Ayuntamiento de Coslada buscando, desde hace más de 20 años, transmitir la cultura teatral entre la sociedad y luchar por su supervivencia como género máximo de representación.

Pero para los actores que quieren interpretar y no encuentran un espacio en teatro o cine o se niegan a hacer televisión, queda el mayor escenario del mundo, el más cercano al público, el más duro y el más agradecido, la calle. El artista callejero puede dedicarse al mimo, realizar improvisaciones o/y performances… la calle abre un abanico inmenso de posibilidades realizables movidas por un ansia de comunicar y transmitir como sólo saben hacer los actores.

El arte por y para el arte, sin lucro que lo contamine, sin fama, sin codicia, sin olvidar que, como expresó Flaubert en Madame Bovary: “El teatro, bajo la máscara del placer, extirpa los prejuicios y enseña la virtud”.