Dicen que estás muerta
Por Marina Fernández Bielsa.
Dicen que estás muerta. María Zaragoza. Editorial Algaida. XV Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla.
Quién es el asesino es lo que menos importa en esta novela. Hay un asesino, sí, y un cadáver, hermoso y bello, de una mujer joven. A su alrededor, un puñado de personajes relacionados de una manera u otra con el crimen o con la asesinada. Que no se confunda el lector: esto no es una novela negra, ni lo pretende. El asesinato es la excusa para todo lo demás. Para escudriñar en las historias de Paula y Sansprénom, de Pedro, de Minerva, de Arturo, de Rosa, Sibila y Arthur, y de la propia Luján, la muerta. Porque, en el fondo, “Dicen que estás muerta” es una novela de amor. O sobre el amor, más bien. El amor en todas sus formas, en todos sus tiempos, en todas sus manifestaciones.
María Zaragoza nos sumerge en un mundo real y fantasmagórico a la vez a través de un lenguaje que fluye imparable, a través de diálogos, reflexiones, cartas, fragmentos de diario, que nos revelan la naturaleza íntima de sus personajes, sus pensamientos, sus miedos, sus dudas, sus secretos, sus anhelos y sus sueños.
Pululan en esta novela vivos, muertos, almas en pena, almas gemelas, fantasmas, dobles, seres reales pero también imaginados, reflejados, proyectados. Víctimas y asesinos. Porque toda persona es susceptible de ser víctima pero también de ser asesino. De morir pero también de matar. No siempre la muerte es mala y a veces hay que matar para poder vivir. Otras veces se pacta con la muerte o con la vida, en una tregua frágil que puede romperse en cualquier momento.
De eso habla esta novela, ambientada en un Madrid céntrico y extraño. Un Madrid nocturno y subterráneo, donde los personajes se mueven en escenarios bien delimitados, como marcados por el destino. Escenarios cotidianos – cafés, terrazas, restaurantes, estaciones de metro – que en cualquier momento pueden volverse peligrosos u hostiles, con esquinas tras las cuales no sabemos si acecha el amor o la muerte. O ambos. Y escenarios lejanos, también, como ese Méjico D.F. donde los sueños se crean, se destruyen y tienen que viajar y descubrir un cadáver para transformarse.