Por Jorge Díaz.

Érase una vez un país en el que muchos robaban jarrones. Otras cosas no, nadie robaba sombreros o paraguas sin que le metieran en la cárcel, pero todos robaban jarrones sin pestañear. Los ladrones estaban tan convencidos de que tenían derecho a robar jarrones que se enojaban si se les llamaba ladrones. Hasta que un día, una bruja malvada quiso hacer una ley para impedir que se siguiesen robando jarrones.

–          Eh, dijeron los ladrones, no puedes hacer esta ley.

–          No se puede robar impunemente, les contestó la bruja malvada. Los dueños de los jarrones quieren que paguéis su trabajo.

–          ¿Por qué? Tenemos derecho a robar jarrones, aseguraban los ladrones. Pagamos un canon por la arcilla…

Era verdad que pagaban un canon y a lo mejor eso era injusto. Pero que hubiera una injusticia no implicaba cometer otra. También era injusta la tasa de basuras y eso no significaba que pudieran saltarse un semáforo.

Eran muy poquitos los que defendían a la bruja malvada y decían que legalmente era igual robar jarrones que carteras o radios de coches. Como los ladrones eran muchos, les parecía que tenían razón y que los únicos derechos que había que defender eran los suyos.

–          Tenemos razón porque somos más, gritaban en sus ordenadores. Y los que queréis que dejemos de robar jarrones sois unos aguafiestas.

Los ladrones se daban ideas unos a otros.

–          Vamos a decir que no robamos, que lo que hacemos es intercambiar jarrones.

–          ¡Bien! ¡Eso es una gran idea! ¡Vamos a decir que intercambiamos jarrones robados!

–          No, lo de robados no lo digas. Vamos a decir que los jarrones son cultura, que intercambiamos cultura.

–          Pero lo que intercambiamos son jarrones que hemos robado.

–          Vamos a decir que no los robamos, que sólo los usamos, que tenemos derecho a servirnos agua con ellos.

–          ¿Pagando?

–          No, joder, de lo que se trata es de servirnos agua gratis, por la patilla. Vamos a pedir que haya una ley que diga que son gratis total.

Robar es divertido y todo el mundo lo jaleaba. Era muy fácil convencer a los demás de que no había que pagar los jarrones.

–          Es que yo quiero cobrar por mi trabajo, decía uno de los que fabricaba los jarrones que se robaban.

–          Sí, no te jode… ¿No haces arte? ¿No son arte tus jarrones? Pues hazlos por amor al arte.

Y además, a veces, era muy fácil reírse de los jarrones nacionales.

–          Que te crees tú que tu jarrón te lo va a robar alguien, sólo robamos los jarrones que se hacen en Hollywood, que son mejores. Los tuyos no los queremos ni cobrando.

En algunos casos era verdad. Los jarrones de un fabricante al que en el periódico más importante del país habían llamado “el rey de la comedia de jarrones” nunca los había robado nadie.

–          ¿Por qué? ¿Acaso el periódico más importante del país mentía?

–          El periódico más importante del país promocionaba a los amigos de sus amigos, siempre lo ha hecho. Hay fabricantes de jarrones que tienen amigos poderosos que pertenecen a un grupo de amigos que los cuida. Pueden dormir tranquilos porque su grupo de amigos vela su sueño.

–          Entonces no todos los fabricantes de jarrones son buenos.

–          No, muchos están subvencionados para hacer jarrones y eso a la gente le fastidia, por eso muchos dicen que los pueden robar. Por eso y porque así tienen una excusa para robar, que es lo que mola.

–          ¿Y qué pasó al final? ¿Se aprobó la ley?

En ese país todo era muy raro. El grupo de amigos contrario al que pertenecía la bruja malvada, que por sus ideas debería estar a favor de proteger a los fabricantes de jarrones en sus demandas, votó en contra de la ley sólo para fastidiar a la bruja malvada y a su jefe.

–          ¿Eran como el escorpión, capaces de picar aunque murieran?

–          Así mismo.

–          Entonces siempre saldrían perdiendo.

–          En ese país era todo muy raro, ya te he dicho, así que no se podía saber lo que pasaría, era mejor no pensar en ello y limitarse a mirar, casi sin sorprenderse, se viera lo que se viera.

Yo reconozco que muchas veces me pongo agua sin pagar los jarrones, pero no creo que eso sea intercambiar cultura, creo que es robar y que tendría que haber una ley para evitarlo.

¿Es éste un cuento de navidad? Feliz año a todos.