Cartas a Sandra
Cartas a Sandra. Vergílio Ferreira. Acantilado. 104 páginas. 14 €.
La saudade describe un sentimiento de melancolía importante y de nostalgia de la alegría ya ausente. En nuestro país vecino se utiliza para evocar amores perdidos o tiempos mejores. En si mismo el término no expresa nada concreto, pero su significado es una conjunción de amor, soledad, necesidad, distancia, vacío y pérdida. Todo lo que alguna vez se tuvo y ya no, vuelve a la memoria de la persona para así volver a disfrutar de una variante de alegría ausente que nos devuelve a la vida.
Podría decirse que en la novela, esta correspondencia, de única dirección, con Sandra, constituye un ejemplo clarísimo de la evidencia del término. El poeta Paulo escribe devotamente a la mujer que un día compartió vida y alcoba con él, y que ahora ya no está. La melancolía y el paso del tiempo reinan de principio a fin en esta obra de Vergílio Ferreira.
Todas las cartas de esta obra son publicadas tras la muerte del escritor que las redacta, después de que un amigo y su hija se decidan a la publicación por su alto valor literario y sobre todo sentimental. Todo esto es explicado perfectamente por un prólogo de la propia hija del ficticio escritor, Xana, de la que, a menudo, habla en sus cartas a su madre.
Ya desde la introducción de esta, Vergílio Ferreira muestra una increíble sensibilidad, ya que mediante sus palabras, Xana se muestra muy melancólica e incluso, a veces, arrepentida de la relación que ha mantenido siempre con sus padres. Todos los sentimientos que deja asomar en sus palabras quedan fuertemente eclipsados por una emotividad delicada y muy fiel a la línea que posteriormente seguirán las cartas de Paulo a Sandra.
Estas cartas intentan hablar de amor sin caer en los tópicos. Sin que el amor sea necesariamente cursi. El escritor intenta demostrarse a sí mismo que la visión de Pessoa sobre el amor no es cierta y que sí se puede escribir de amor sin caer en ese registro adolescente y simplón. Y lo hace con unas palabras muy comedidas y aparentemente estudiadas en la mente del escritor que da sentimiento a las misivas, aunque a pesar de sus intentos, muchas veces las emociones desbordan a la razón.
Ejemplos de esta situación son la carta en la que Paulo recuerda a Sandra la noche en la que la hija de ambos cumplía dieciocho años y se marchó de casa, casi sin avisar, y cómo ellos dos se quedaron solos, el uno con el otro, pues no tenían otra cosa, y celebraron triste y silenciosamente aquel aniversario de su pequeña. O como, a pesar del paso del tiempo, y de considerarla ya profundamente muerta en su memoria, aún sigue recordando su rostro joven, sobre el rostro más mayor y curtido que se encontró cuando se cruzó varias veces con ella posteriormente a su partida.
La última carta de Paulo está incompleta. A su muerte, Xana se la encontró inacabada, junto a las demás, manuscritas por el propio escritor, y posteriormente, como también expone en el prefacio a la obra, decidió que tenía que publicarla porque daba sentido al resto de la correspondencia.
Cartas a Sandra es una evocación de la ausencia, una canción nostálgica que recuerda a la amada ya ausente. Tan ausente que como el propio Paulo reconoce está mucho más viva desde el momento en el que está muerta. Las palabras dibujan un presente en el que el escritor necesita recordar para sobrevivir, con la pérdida consolidada de la amada y la ausencia casi permanente de su hija.
Una obra en la que Vergílio Ferreira se eleva como gran escritor portugués y demuestra que sobre la pasión no se puede escribir racionalmente. Una novela que constituye quizá la línea entre la ficción y lo real, ya que de principio a fin, Cartas a Sandra es novela, pero perfectamente podría ser realidad. En una única frase: todo un fado de saudade, con una delicadeza sin límites.