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Leo Zelada dialoga con Eugenia Rico

En esta ocasión, Leo Zelada entrevista a Eugenia Rico, quien no es sólo una de los principales escritoras europeas de la actualidad, sino también la mejor escritora española de su generación. Poseedora de un universo narrativo sui generis y versátil, despliega en su obra una fuerza narrativa sugerente unida a una belleza deslumbrante en su prosa. Premio Azorín, Finalista Premio Primavera, Premio Ateneo de Sevilla de Novela, Premio Espiritualidad.
Paso a compartir con ustedes esta interesante conversación.

1.- Me agrada esa conjunción del lenguaje culto y popular en tus novelas, así como un estilo bizarro y preciosista a la vez. ¿Puedes hablarme de tu universo narrativo?

R: Un profesor de Yale se entusiasmó con mis libros porque le pareció que yo no era una autora española, pensaba como Ángel Basanta que yo había inaugurado en nuestro país la novela europea, que integraba las corrientes que habían recorrido la literatura europea con esa fuerza desgarradora de la lengua castellana. Yo siempre estuve enamorada del idioma, de los miles de matices que hay en cada palabra que son como los brillos de un diamante. En mi literatura intento afilar esa Espada Mágica que es el idioma para que fluya con naturalidad. “Palabras honestas y bien colocadas” -como dijo Cervantes- pero también espadas como labios. Como la bailarina de ballet tengo que entrenar tanto los músculos del lenguaje que cuando el lector y yo demos juntos el triple salto mortal parezca el movimiento más fácil, el único posible. La sencillez es más perfecta que la complejidad cuando es redonda y está llena de significados. Soy conceptista y no culterana. Odio el barroco y creo que mis historias deben tener varias lecturas, que no deben permanecer inmóviles sino cambiar con el espectador como el mar y las pinturas de Hopper. Dicen que he fundado la literatura “interactiva” e intento que mis libros sean arte-factos en los que el lector rellena los huecos que yo he dejado y se convierte en el verdadero protagonista. No hay ningún videojuego que pueda competir con el poder absoluto que te da la buena literatura.
Juego con el estilo y me interesan tanto las jergas populares como la alta filosofía, narrar una buena historia, encontrar un nuevo modo de narrar. Conquistar la página perfecta y la novela total que lo cuente todo y encerrar el mundo entero en un instante como sólo puede hacer una mirada o un poema.

2.- La narrativa española está atravesada por el realismo, quizás por ello sus limitaciones formales. Sin embargo, tú buscas la innovación formal. ¿Cómo te nació esta forma distinta de hacer literatura y romper el canon de la novela realista en España?

R: Yo creé un movimiento que se llamó «Poesía Atlántica» en la universidad, vengo de la tradición celta del Norte más cercana a la realidad estética del mundo anglosajón que al realismo castellano. Desde Unamuno a Cunqueiro o Torrente Ballester, los escritores atlánticos experimentan esa realidad en la que la niebla envuelve la vida y la literatura. El grado de humedad hace que no se distingan los límites de la propia piel y eso abre el camino a percepciones insospechadas de la realidad. Es difícil ser realista bajo la lluvia del Norte.
Por otra parte la literatura es búsqueda. Yo me lanzo sin paracaídas en cada nuevo libro, si no hay riesgo, si no hay búsqueda, entonces no puede haber milagro. La vida no es realista y los libros no pueden serlo. El costumbrismo es un fardo que nos impide volar, y volar es una de las más viejas y auténticas aspiraciones del Ser Humano.

3.- Kundera en su Teoría de la Novela habla de dos clases de novela, una lineal-cartesiana y otra distinta, fragmentaria y de estructura discontinua. ¿Podríamos considerarte dentro de esta última forma de escribir novela donde la libertad creativa es lo más importante?

R: Admiro mucho la novela del siglo XIX, el gran siglo de la novela, pero doscientos años más tarde no podemos seguir haciendo malas copias de las grandes novelas del siglo XIX, estamos en el XXI y hay que buscar nuevos caminos para la novela y, más qué caminos, yo diría que hace falta que encontremos carreteras asfaltadas. Soy hegeliana. Todo está en Hegel. Tesis, antítesis y síntesis. Tesis: el realismo decimonónico, hoy en día superado pero que dio grandes obras. Antítesis: las Vanguardias, la novela experimental del siglo XX con Kafka como el gran revolucionario. Las vanguardias abrieron nuevas vías sin embargo, excepto contadas excepciones no produjeron grandes obras y la novela experimental acabó divorciándose del lector al que arrojó en los brazos de malas copias de las grandes novelas del XIX: las pseudonovelas históricas que son nuestras nuevas Novelas de Caballerías. Síntesis: el siglo XXI debe continuar con la búsqueda formal pero con la complicidad del lector. Hay que dar un nuevo sentido al juego eterno de la literatura. Esta es la “nueva novela”, que ni se crea ni se destruye -sólo se transforma. La novela que yo quiero escribir. Han dicho de mí que escribo novelas “interactivas” o “participadas” porque dejo huecos para que los rellene el lector. El lector es el verdadero detective de mis historias y el que debe disfrutar de la orgía del lenguaje.

4.- Eres una persona que ha viajado mucho y ahora resides en Madrid. Empero, noto una especie de auto-exilio en ti. Cuéntame de ese exilio interior tuyo.

R: Nabokov dice que la mejor parte de la biografía de un escritor no es la historia de sus aventuras sino la crónica de su estilo. Mi vida está en mis novelas y al mismo tiempo mis obras son las máscaras tras las que me escondo de la realidad. Son un antifaz que separa mi mirada del mundo. Y el mundo es agresivo e injusto. Siempre me he planteado cómo puedo permitirme el lujo de escribir cuando hay niños y niñas que se mueren de hambre y además yo los he visto.
Pero creo en el poder salvador de la escritura, he admirado a los escritores que cada día emprenden un viaje hacia lo desconocido y sin embargo están todo el tiempo sentados en una habitación. Pascal fue el que ideó aquel pensamiento memorable que dice que todas las desgracias nos llegan porque somos incapaces de quedarnos quietos en un cuarto. El verdadero escritor siempre viaja aunque este quieto. Y sus lectores también viajan por los paisajes y por el interior de sus personajes. El escritor siempre es un extranjero, extranjero en todas partes incluso dentro de sí mismo. Es esa mirada nueva, ese extrañamiento, esa capacidad de ver las cosas de otro modo la que le hace escritor. Ese mismo poder que le convierte en un fugitivo de la soledad, en un exiliado del mundo de las vanidades, en un buscador.

5.- ¿Cuál es tu opinión sobre la novela europea contemporánea?

R: Lorca dijo que cuando en España la gente pudiera comer todo el mundo sería escritor. Y Ortega y Gasset alerto en La rebelión de las masas contra los peligros del marketing que ahora vemos invadir la literatura. Los comerciantes y no los sabios deciden lo que debemos leer con mucha más frecuencia de la aconsejada. Y sin embargo nunca se ha escrito tanto y tan bien. Muchos autores escriben correctamente pero pocos tienen algo que decir. Existe la impresión de que en Europa todo está ya hecho frente a la corriente de fuerza y renovación que nos viene de América y de África, de un mundo emergente necesitado de nuevas maneras de contar. Yo creo en la existencia de una literatura europea, admiro a autores muy jóvenes pero de gran interés como Daniel Kehlman en Alemania o Nicolo Ammaniti en Italia o Hanif Kureishi en Reino Unido. Algo nuevo se está formando entre las sombras, pero todavía es de noche. Nadie es un héroe para su cocinero, ni un genio para sus contemporáneos. El gran gestor del canon es el tiempo. Pero la literatura europea todavía nos dará grandes sorpresas.
La Generación del 98 se definió a partir del Desastre de Cuba y la de ahora sólo tiene en común el deseo de salir en los medios, de momento no han dado obras memorables pero al menos han agitado las aburridas aguas de la literatura comercial. Reivindico el autor alejado de los medios como Thomas Pynchon, como Sánchez Ferlosio. Reivindico al escritor “tumbado” alejado del mundo frente al que muere por salir en la tele. Como dijo Wharhol, todos tendremos quince minutos de gloria, sólo que no será gloria, será telebasura.

6.- Dices que todos tus libros hablan de una segunda oportunidad, ¿se podría decir que la noción de redención es uno de los ejes axiales de tu literatura?

R: Mis novelas hablan de personajes que quieren ser personas, a los que no les sirve la manera de ser felices que les han contado y deben conquistar su propio modo de ser felices. En esa búsqueda tienen que renacer. Como diría un personaje de Beckett, lo peor no es estar muerto sin saberlo, sino la turbadora sensación de no haber todavía realmente nacido. Nacer en la muerte, renacer en la vida. O como usted ha dicho, ya que una de mis grandes pasiones siempre ha sido hacer compatible lo popular y lo culto a Perogrullo con Shakespeare, porque ambos son autores a los que reverencio: lo importante no es si hay vida después de la muerte, lo esencial es conseguir que haya vida antes de la muerte. Por ello mis personajes luchan por tener su segunda, su tercera y hasta su quinta oportunidad. Tienen que nacer en la resurrección. Morir y resucitar cada día como cada uno de nosotros, en eso no son diferentes de las personas que conozco. Pero lo importante es resucitar. Se ha escrito mucho de la muerte pero aún no lo suficiente de la resurrección.

7.- Hablas de la literatura como una revelación, ¿crees que la creación es en cierta medida una epifanía?

R: La literatura es la religión en la que creo, y la epifanía entendida como ese momento único de revelación en el que se anula el tiempo y el espacio, ese instante efímero por el que escribimos en el que el “yo” se difumina y entramos en contacto con el inconsciente colectivo y encontramos las historias que quieren ser escritas, aquellas que nos producen la sensación de que siempre estuvieron ahí, aunque las escuches por vez primera. Todo lo que escribo ya ha sucedido, o está sucediendo o va a suceder. Todo lo que escribo es Verdad aunque no haya ocurrido. La novela es la búsqueda de una Epifanía, de un instante que dé sentido a una vida y a una obra. En esa búsqueda el escritor no está solo, como a Don Quijote le acompañaba Sancho Panza y del mismo modo que Sherlock Holmes necesitaba a Watson; el escritor y el lector siempre salen juntos a la caza de la Epifanía, y no está nada claro quién es Don Quijote ni quién es Sancho, quién Holmes y quién el Dr. Watson. Una vez más nada es lo que parece.

8.- ¿Cómo te sientes cuando la crítica te compara con James Joyce y Virginia Woolf?

R: Virginia nos enseñó a todos que más importante que una habitación propia es una búsqueda formal continua, de ella aprendí que el personaje es el dios de la novela y que la forma es tan importante como el fondo. Fondo y forma son lo mismo, es un debate estéril: la forma es como el guante que debe ser hecho a medida para el fondo, no pueden existir el uno sin el otro. Joyce en el Ulises hizo un catalogo de todas las variantes posibles de la prosa y me enseñó a innovar siempre formalmente, a no cejar en la búsqueda ni contentarme con soluciones fáciles. En Dublineses logró un relato -“Los Muertos”- que cambió mi vida para siempre. Los personajes de Joyce son más grandes que la vida y salvan el mundo con un bostezo. Ante autores así no puedo sentir más que una gran humildad, son mis maestros y los de generaciones de escritores, han estirado los límites de la ficción hasta fronteras nuevas. Eso es lo que tiene que hacer cada generación nueva de escritores: intentar conquistar una nueva frontera. Las palabras son un telescopio para descubrir nuevos planetas de la lengua; si conquisto una nueva luna o incluso un asteroide ya puedo sentirme satisfecha. Joyce y Virginia Woolf avistaron galaxias inéditas para la novela.

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